Un huracán llamado Paco de Lucía
Hubo una vez en que Miguel Ángel, el maestro renacentista, se quiso quitar importancia. Dijo que esculpir mármol de Carrara era fácil porque sólo hacía falta liberar la escultura escondida en la piedra blanca. Son cosas que dicen los maestros. Paco de Lucía, uno de los músicos más extraordinarios del planeta, ayer, en Avilés, lo que hizo fue acariciar su guitarra y así, como quien no quiere la cosa, extrajo delicias divinas que fueron la banda sonora de pasiones escondidas. Y todo esto lo hizo, como Miguel Ángel, sin darse una miaja de relumbrón. Sentado delante de una selva de mentira que sirvió de escenografía para su música huracanada. Paco de Lucía, invitado por el Centro Niemeyer, se llevó de Avilés el respeto, la devoción y los aplausos de los setecientos y pico privilegiados que asistieron encantados a un recital de flamenco y cante jondo nunca visto sobre las tablas sagradas del teatro Palacio Valdés.
No cabía ni un alma. Todos quisieron escuchar las caricias que Paco de Lucía le da a su guitarra. Los focos subrayaban cada nota que se escapaba de su instrumento. Señores, aquí la música. Y allá en frente, los devotos. El Palacio Valdés en pocas ocasiones se convierte en un templo. Y anoche lo fue para los espectadores que temblaron con cada nota que escapaba de un instrumento que era una caja de resonancia, una guitarra y una orquesta entera de percusión. Solo sobre el escenario, Paco de Lucía se mostró más enorme que una filarmónica.
Las primeras entradas que se vendieron fueron las más ciegas del gallinero. Si no se puede ver al maestro, por lo menos, queda el aquel de escucharlo. Los laterales, rebosaron pasión. Ni un sitio libre. De ahí para abajo, a cuentagotas. Y al final, ni un asiento. El teatro Palacio Valdés no es coliseo flamenco o, al menos, no lo solía ser. Hasta ahora. Hace unos pocos meses, María Pagés hizo temblar los cimientos del odeón con su antología de danza: pasos de baile y poesía. La Pagés se llegó a Avilés, como el hijo de Lucía Gomes, de la mano del Niemeyer. El concierto de Avilés del gaditano y la coreografía de la sevillana han sido dos espectáculos que ya tienen hueco reservado en la historia local.
Solo sobre el escenario, el hijo de Lucía Gomes se mostró más enorme que una filarmónica